Es sabido que la condición humana se mueve muchas veces por el morbo, por la curiosidad insaciable que el ser humano tiene hacia lo desconocido o hacia lo catastrófico, ese mismo impulso que hace que reduzcamos la velocidad para ver lo que ha pasado en ese accidente de trafico aún a sabiendas de que podemos ver cosas desagradables y posiblemente provocar o sufrir otro accidente.
Y los gallegos somos así, morbosos hasta la saciedad. Cada vez que hay una catástrofe, un accidente o algo similar, allá se dirigen en los días posteriores cientos o miles de personas (el reciente accidente de Angrois o los viejos casos del Mar Egeo, el Casón o el mismo Prestige).
Pues este fin de semana, Muxía vivió una situación similar, luego de sufrir un incendio del Santuario da Virxe da Barca a causa de un rayo, una gran afluencia de curiosos que no tiene mucho que envidiar a los mejores días de romería. Tanto, que se hizo casi imposible aparcar en la zona y los bares y restaurantes de la zona vivieron un «agosto» en pleno diciembre. Tanto que sorprendió a los propios habitantes de la zona, incluso a hostelero, que hace unos pocos días lloraban la posibles perdidas económicas del incendió, para «disfrutar» de esta nueva situación.
Afortunadamente para Muxía, el Santuario (que va a ser rehabilitado con urgencia) no era el único atractivo de Muxía y de la Virxe da Barca , ya que además existen las famosas piedras da Barca: la Piedra de Abalar y la Piedra dos Cadrís.